La ciudad despertaba lentamente y mientras el día comenzaba a desplegarse con pereza. En medio de aquel paisaje tranquilo, una figura femenina avanzaba con paso firme. Su cabello negro ondeaba con la brisa matinal, y sus ojos color café, profundos y llenos de matices, reflejaban una mezcla de determinación y miedo. A su lado, un pequeño niño caminaba alegre, sosteniéndole la mano con fuerza. —Mamá, quiero ver a mis abuelas rápido —dijo el niño, con una sonrisa radiante. —Ya casi llegamos, mi amor —respondió Valentina, devolviéndole la sonrisa, aunque sus ojos delataban la tensión que escondía en lo más hondo de su pecho. Después de casi seis años, Valentina Figueroa regresaba a la capital con un secreto que la había perseguido desde aquella noche que cambió su vida. Una decisión impulsiva, había tenido consecuencias que ahora caminaban a su lado... con la forma de un niño de cinco años. Mientras avanzaban, el recuerdo la atrapaba sin piedad. Pensaba en esa noche de tragos y locura,
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