―¡Esto es genial! ―Izan se puso en pie y carcajeó. ―Me he ido de bruces. ―Se limpió el jean. ―¿A dónde vamos ahora? ―Los miró con ojos brillantes.
―Por Dios, amigo. ―Kalen susurró metido en la conversación. ―Es idéntico a ti. ―Contrajo el gesto.
―Y es por eso por lo que debo llevarlo. ―Lo miró. ―Necesito que me apoyes.
―¡Díganlo! ¿A dónde vamos? ―El niño se impacientó.
―Sigue caminando, será una sorpresa. ―Aiden le sonrió y eso bastó para qué Izan siguiera saltando y corriendo por la acera. ―Amigo…
―¡Es un delito! ―Kalen parecía el más cuerdo y eso ya lo estaba asustando. ―¿Por qué no la enfrentas?
―¿Crees que me lo dirá? ―Bufó. ―Ella sabe que soy el padre, ¡Lo sabe y no me ha dicho nada! ―Gruñó. ―Le haré la prueba.
―¿Y qué harás después? ―Se burló Kalen. ―¿Ir con ella y enseñársela para buscarte un problema legal? ―Negó. ―Amigo, habla con ella.
―¡No me dirá nada! ―Aiden estaba seguro. ―Y menos después de lo que pasó hoy. ―Resopló. ―Si no me vas a apoyar, lárgate. ―Kalen apret