En algún lugar de la ciudad, Ethan estaba sentado solo frente a una vieja casona que había pertenecido a su madre. Era la primera vez que regresaba desde que ella murió. No sabía bien por qué lo había hecho. Tal vez buscando respuestas que ya no estaban en ninguna parte.
El informe que Isadora le había entregado aún lo perseguía. Su madre no había muerto por depresión como había creído. Había sido diagnosticada con un trastorno inducido por fármacos. Suministrados de forma controlada, gradual, y avalados por un psiquiatra… que ahora trabajaba en el mismo círculo que Orestes.
Entendió que la habían quebrado. Lentamente. Hasta que dejó de luchar.
La rabia de Ethan no encontraba lugar donde contenerse. Había querido destruir a Orestes, pero en el proceso estaba perdiéndolo todo: la paz, el equilibrio… y a Eirin.
No había tenido el valor de volver al hospital. No después de verla desangrándose entre sus brazos. No después de sentirse incapaz de protegerla, ni de explicarle que no todo lo