Días después, Eirin cerró la puerta del baño con suavidad, dejando que la quietud de la habitación la envolviera. El aire estaba pesado, denso, como si todo a su alrededor estuviera esperando una respuesta. Su respiración era rápida, irregular, como si el simple acto de pensar en lo que había descubierto la estuviera ahogando.
Sobre el lavabo, varios test de embarazo estaban dispuestos en fila, todos mostrando el mismo resultado: positivo. No había duda. No podía haberla. Y, sin embargo, algo dentro de ella seguía negándose a aceptar la realidad.
«¿Cómo había llegado a esto?»
Se había sentido mareada las últimas semanas, pero pensó que era el estrés, las múltiples amenazas que se cernían sobre ella, el miedo constante. Sin embargo, el estómago vacío, los cambios en su cuerpo… todo apuntaba a lo mismo. A un embarazo que nunca había planeado, que nunca había deseado en medio de todo el caos.
Con una mano temblorosa, Eirin recogió el test más reciente y lo observó por un segundo más, com