Esa mañana, como todas desde que comenzó a trabajar en Rusbel & Asociados, Eirin llegó con el paso firme pero el ánimo a la defensiva. Había aprendido a vestir su seguridad como si fuera una armadura, pero por dentro, todo era un campo minado de emociones que no sabía cómo gestionar. El encuentro del día anterior con Ethan la había dejado más alterada de lo que quería admitir. No se habían dicho más de lo necesario, en realidad, casi nada, nada de lo que no fueran conscientes. pero la tensión en el aire hablaba un idioma más honesto que cualquier diálogo. Ambos habían optado por ignorar lo evidente, como si el silencio fuera capaz de contener el temblor de lo inevitable.
Saludó con una sonrisa forzada a los pocos empleados que cruzó en su camino mientras se esforzaba por no derramar el café humeante que sostenía en su mano derecha. En la izquierda, equilibraba su móvil y el bolso con el mismo nivel de concentración con el que una equilibrista camina por la cuerda floja. Llevaba aún pu