Exhalé. —Solo nuestros problemas de siempre, ya sabes cómo es esto.

Seguía escéptica, pero asintió. —Está bien, ¿a quién tengo que llamar entonces? ¿A tu mamá? ¿A tu papá?

Negué con la cabeza. —No, no lo hagas, mi familia está muy lejos y no hay necesidad de que se alarmen y tomen el primer vuelo. Eres mi única amiga aquí. —Encontré su mirada—. Eres suficiente.

Vaciló, su mirada bajó al suelo y luego volvió a mí. —Voy a llamar a Nicolás.

—¡No! —respondí demasiado rápido.

—Tengo que avisarle a alguien —dijo—. Solo relájate, Fernando, recuéstate.

La observé sacar su celular y caminar hacia el pasillo mientras se me hacía un nudo en el estómago. Esto no estaba saliendo como lo había planeado, se suponía que debía quedarse aquí conmigo, cuidarme, mimarme un poco, derramar algunas lágrimas quizás y recuperar esa conexión que había estado tratando de reconstruir desde que se canceló la boda. Pero en lugar de eso, le estaba llamando a él.

Justo antes de que se alejara tanto que no pudiera esc