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Capítulo 11. Así es, Gatita.
—¿Qué haces aquí, Nicolás? —le pregunté—. Este es el baño de mujeres.

—Me aseguré de que nadie pueda entrar por un rato.

Por supuesto que lo había hecho, seguramente sobornó a alguien importante. Rodé los ojos tratando de ignorar cómo se le pegaba la camisa al torso, revelando las siluetas de los tatuajes que bajaban por sus brazos.

—¿Ahora me acosas? —inquirí.

Su risa grave y ronca me erizó la piel. —Te ves preciosa con ese vestido, quería verlo de cerca.

—Ya lo viste, ahora vete.

Se alejó de la puerta y caminó hacia mí con pasos decididos mientras yo daba un paso atrás por instinto, luego otro, hasta que la pared fría de azulejos se presionó contra mi espalda.

—Vete, Nicolás.

Se detuvo a pocos centímetros con su aliento tibio rozando mi piel.

—¿Sabes qué haría que el vestido se viera aún mejor, gatita? Verlo subido hasta tu cintura mientras te hago mía.

—Si me tocas, voy a gritar.

Ladeó la cabeza con una sonrisa peligrosa que me hizo temblar. —Adelante, llevo tiempo imaginándolo. ¿Gr
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