Capítulo 10. Las bailarinas están desnudas.
Una hora después estábamos en el club. Fernando me tomó de la mano mientras nos abríamos paso entre cortinas de terciopelo rojo hacia un salón lleno de luces de neón.
La música estaba tan fuerte que la sentía vibrar en el pecho, los bajos retumbaban como un segundo corazón.
—Aquí —dijo Fernando, llevándome hacia un reservado cerca del borde del escenario.
Nos dejamos caer en un sofá rojo y alcé la vista justo a tiempo para ver a una mujer voltearse boca abajo en un tubo, con el trasero en el aire y el cabello rozando el escenario mientras giraba como si la gravedad no existiera, sus senos estaban libres y orgullosos, rebotando al ritmo de la música.
—Dios mío —solté—. Las bailarinas están desnudas.
Fernando se volvió hacia mí con una sonrisa maliciosa. —¿Esperabas que estuvieran vestidas? ¿Dónde estaría lo divertido de eso?
Me quedé observando fijamente el carnaval de desenfreno que se desplegaba ante mis ojos: lencería, piel, brillantina y curvas, cuerpos que se restregaban en regazo