Nicolás salió por la puerta antes de que pudiera convencerlo de lo contrario.
Corrí tras él, casi resbalándome en mi prisa por el pasillo mientras él ya bajaba por la mitad de las escaleras cuando llegué al primer escalón.
—¡Nicolás! —le grité—. ¡Para!
Pero no me escuchaba, con el cuerpo tenso de furia y toda su contención esfumada hace rato.
Cuando logré salir por la puerta del lobby, él ya estaba afuera junto con Pepe, el guardia de seguridad nocturno, quien tenía las manos en las caderas como si tratara de decidir si intervenir o reportar el incidente, mientras Nicolás ya se lanzaba sobre Fernando.
Su puño se conectó con la cara de Fernando, quien se tambaleó hacia atrás y se estrelló contra el auto de Nicolás con un gruñido fuerte mientras su brazo enyesado colgaba inútil a un costado. Antes de que pudiera recuperar el equilibrio, Nicolás lo agarró del cuello de la camisa y le lanzó otro golpe, luego otro más.
Los golpes eran brutales e implacables, haciendo que la cabeza de Fernan