23. Un amor que acabo mal.
Amina lo miraba con rabia contenida, sin poder creer lo que acababa de presenciar minutos antes. Lo había seguido por pura intuición, y lo que descubrió la dejó trastornada.
—¿Por qué estabas con esa mujer y ese niño que, de seguro, es un enfermo moribundo? ¡Dímelo ahora! —cuestionó con evidente molestia, incapaz de controlar sus celos y su veneno.
Khaled, el Jeque Al-Sayed, sonrió con una malicia que heló la sangre. Caminó con paso firme hacia ella hasta acorralarla contra la pared. La sujetó del cuello con una fuerza controlada pero intimidante. Las palabras de Amina lo habían hecho perder toda paciencia. Había tocado un punto sagrado.
—Que sea la última vez que te refieres de esa manera al heredero del Jeque Al-Sayed —espetó con una voz tan firme como el acero. Sus ojos, oscuros e intensos, no mostraban piedad.
Amina se quedó sin aliento. Nunca lo había visto así. Tosió con fuerza mientras lograba soltarse y retrocedió con el rostro pálido, totalmente sorprendida por la revelación.