51. Confusiones de una mentira.
Khaled miraba en silencio a través de la ventana de su habitación. El inmenso pais que se extendía frente a su habitación —más parecida a un mansión que a una habitación — parecía ajeno a su realidad. No sabía quién era exactamente, ni si las personas a su alrededor eran verdaderamente su familia. Tampoco estaba seguro de si aquella mujer, que insistía en que era su prometida, decía la verdad. Su mente era un torbellino de confusión.
Había pasado una semana desde que despertó en esa habitación en el hospital, pero los recuerdos seguían sin regresar. Solo un vacío persistente lo atormentaba, como si una parte de él supiera que faltaba algo importante. Un recuerdo huidizo lo perseguía: la voz de un niño pequeño llamándolo, la sensación de una caricia, una necesidad inexplicable de huir de ese lugar. ¿Quién era en realidad? ¿Por qué todo le resultaba tan ajeno, tan falso?
Sus pensamientos se interrumpieron cuando la puerta se abrió. Era esa mujer rubia, alta, vestida con un elegante conj