CAPÍTULO 98. Un monstruo entre rejas.
Capítulo 98
Un monstruo entre rejas.
La celda olía a húmedo y a metal oxidado. La luz fluorescente del pasillo colaba su resplandor a través de la reja y pintaba la pared de Gabriel con franjas blancas y grises.
Él no podía quedarse quieto; pateaba el suelo con rabia, caminaba de un lado al otro como si el movimiento pudiera vaciar la presión que le comprimía el pecho. Cada paso rebotaba y volvía en forma de recuerdo: la curva, el ruido del vuelco, el silencio que vino después.
Ahora la memoria venía acompañada por rostros de papeles y un nombre que le ardía en la lengua.
Desde la celda de al lado, la voz de Carlos Herrera llegó limpia, sin apenas esfuerzo, como un veneno que se dosifica en la punta de la lengua.
—¿Te divierte mi sorpresa, muchacho? —preguntó Carlos con su sonrisa pequeña, impersonal—. Te veo rojo como un toro. Cuéntame... ¿Qué hiciste para que te trajeran aquí?
Gabriel se quedó frente a la reja, con la respiración entrecortada.
—¡Monstruo! ¡Eres un monstruo! —gritó