CAPÍTULO 106.Una cruda verdad.
Capítulo 106
Una cruda verdad.
La noche llegó con esa lentitud pesada que precede a un mal presagio. Afuera del penthouse, la ciudad mantenía su curso distante; arriba, entre cortinas corridas y la luz tenue de una lámpara, Isabela intentaba ordenar papeles sin ánimo alguno.
El día había dejado pequeñas heridas: llamadas sin respuesta, la sensación de que alguien los observaba desde las sombras.
Cuando oyó el golpe seco en la puerta principal su pulso se aceleró de inmediato, fue entonces cuando vio un sobre deslizarse bajo la puerta, su corazón dio un vuelco que no supo disimular.
Lo recogió sin prisa y lo llevó a la mesa. No tenía sello, no había remitente. Solo un nombre escrito con la caligrafía que conocía por años: Adrián.
Su pulso se aceleró; supo, con esa certeza fría que solo da el tiempo de peleas continuas, que aquel papel contenía un peso que iría más allá de unas palabras.
Gabriel entró justo entonces. Venía de la comisaría; las ojeras le marcaban las sienes, la mandí