CAPÍTULO 105. El sacrificio de los justos.
Capítulo 105
El sacrificio de los justos.
La noticia sobre el empeoramiento de Adrián se propagó por la fiscalía con la rapidez de un virus: mensajes, llamadas cruzadas, manos que pasaban documentos con ojos que no reconocían calma.
Todos, desde los secretarios hasta los fiscales más veteranos, sintieron el mismo vértigo: si Adrián Martínez moría, un eslabón esencial se rompería en el caso que ya tenian armado y buena parte de las pruebas en contra de Carlos Herrera se enterrarían junto a la memoria de Adrián. No solo era un testigo; era la llave que abría cajas de nombres, transferencias y rutas que conectaban a los poderosos con el crimen.
Isabela recibió otra llamada esa tarde, una de esas voces que no piden diálogo sino sumisión: tono neutro, acento imposible de ubicar, respiración escasa al otro lado.
—Señora Montenegro —dijo la voz—. Deje de hurgar. Por su bien y por el de quien esté a su lado. Si sigue por ese camino, no habrá justicia que la proteja. Ni a usted ni a su marido