—Por supuesto que la conozco. Elia trabajaba como jefa de servicio en esta casa. Era la única empleada a la que se le permitía volver a casa todos los días, no sé por qué. Las demás solo podían salir si había una razón importante —la respuesta de Raffael hizo que Lyra se sintiera aún más intrigada.
Lyra sabía que su madre había trabajado antes, pero nunca supo en qué. Elia siempre salía de madrugada y regresaba por la tarde.
—¿Y ahora, dónde está esa mujer?
—No lo sé. Hace unos seis años, Elia desapareció sin dejar rastro. Tampoco intentamos buscarla, porque mamá nunca la quiso. ¿La conoces acaso? —preguntó Raffael mientras seguía recorriendo la habitación.
—No, es la primera vez que la veo —Lyra tuvo que mentir—. Señor, ¡parece que hay otra puerta allí! —dijo señalando hacia su derecha.
—¡Vamos a verla! —exclamó Raffael, tomando la mano de Lyra.
La puerta, ahora pintada de rojo, no estaba cerrada con llave.
Detrás de ella había otro pasillo. Raffael lo recorrió junto a Lyra hasta enc