El verano cedía lentamente, y los jardines de Ashbourne se transformaban con el paso de las estaciones. Para Eleanor, sin embargo, cada paseo y cada libro abierto podían esconder un secreto.
Fue en su piano donde apareció la primera clave. Entre las partituras, al desplegar un vals que tocaba desde niña, encontró un pétalo de rosa. En él, con una tinta tan fina que parecía invisible, había una serie de números escritos. Eleanor comprendió de inmediato. Gabriel.
Temblorosa, guardó el pétalo en su cofre y, a la luz de la vela, lo descifró siguiendo un patrón que él le había explicado durante un encuentro. Era un código simple pero efectivo, basado en la página, línea y palabra de un libro específico que ambos compart&i