Mundo ficciónIniciar sesiónEl sonido más constante era el del agua goteando.
No el de los pasos de los guardias, ni el arrastre de cadenas, sino aquel goteo interminable, como si el edificio entero sangrara lentamente por sus grietas.Gabriel llevaba tres días —quizá cuatro; había perdido la cuenta— encerrado en aquella celda húmeda del Bicêtre, una fortaleza disfrazada de hospital y prisión.
El aire olía a cal, moho y hierro oxidado. Cuando la puerta se abría, el corredor devolvía ecos de gritos, oraciones y delirios. Era






