El aire en la mansión Al-Farsi olía a pánico, a productos químicos de limpieza y a muerte fallida. Tariq y Eleanor entraron sin permiso, flanqueados por dos guardias leales que Tariq había contactado desde el aeropuerto, entre ellos estaba Khalid. El lujo que una vez había sido símbolo de poder ahora parecía decadente.
En el gran salón, Fátima esperaba, estaba de pie junto a la ventana, inmóvil. No parecía una mujer que acababa de intentar envenenar a dos miembros de su familia, parecía una estatua tallada en hielo y dolor.
Tariq rompió el silencio con una sola palabra, el nombre de su madre sonando a sentencia.
— Fátima.
— Halcón, Rosa — saludó Fátima con voz monótona — Siempre pensé que si la leyenda se cumplía, los encontraría unidos, pero no de esta forma.
Eleanor dio un paso adelante, sus ojos azules eran acusadores.
— Amir y Nasser están delicados, ¿Estás satisfecha?
Fátima se giró, su rostro sin expresión, era más aterrador que cualquier grito.
— Solo estoy decepcionada de que