Él había tomado el teléfono. La conversación comenzó en árabe.
Tariq se puso rígido al instante, su postura cambió a la del “Halcón Dorado” implacable. Su voz era profunda, formal, llena de una cortesía que a Eleanor le pareció fría y distante.
Ella no entendía las palabras, pero sí el tono: era una conversación importante, de respeto hacia la persona que se encontraba al otro lado de la línea.
Él se alejó hacia la ventana, dándole la espalda. Los susurros que le llegaban eran fragmentos de un lenguaje que ella no conocía, pero que la transportaban a otro mundo. Un mundo de velos y desiertos, de clanes y tradiciones.
Eleanor sintió un escalofrío al escuchar una palabra: “Ummí” (madre).
La conversación se hizo más intensa. Tariq gesticulaba, aunque con movimientos controlados y tensos. La madre, pensó Eleanor, no podía saber nada de su matrimonio. No podía saber que su hijo se había casado con una occidental arruinada en América.
Tariq regresó a la cocina, su rostro era una máscara lle