El pánico se convirtió en acción inmediata.
— ¡Rápido! Leo, suelta a Marco. Luciana, su arma. ¡Nos vamos por las mazmorras!
Dario aporreó de nuevo a Marco y lo desató dejándolo aturdido, incapaz de entender. Dario golpeó la pared, activando el mecanismo que deslizó el panel de acero de nuevo sobre la entrada.
— Esto servirá de señuelo. Que pierdan el tiempo tratando de abrir la bóveda del búnker principal.
El grupo se lanzó a través de un pasaje lateral que daba a las mazmorras. Era una red de túneles de piedra, oscuros y húmedos, que se extendían bajo la finca. Dario y Leo guiaban el camino, mientras Luciana empujaba a Marco a través de la oscuridad, aturdido por el golpe y la prisa.
— ¡No te detengas, policía! ¡O te dispararé! — advirtió Luciana, con el maldito nudo en la garganta cortándole el aire, nunca imaginó tratar así a su héroe de la infancia, a su amigo y la persona que siempre quiso tener en su vida, hasta que conoció a Dario.
El camino por el laberinto de piedra era largo