El detective se había movido con la habilidad de un topo, usando viejos favores y la información filtrada por la celosa y malvada Verónica Moretti. Su objetivo no era el capo, por ahora, sino su estructura, la parte legal de sus negocios, sus redes, su fachada y, por supuesto, su debilidad, la familia.
— Si se quiere atrapar a un pez gordo, se debe tener paciencia, es como un buen juego de ajedrez, no vas de frente contra el rey, vas haciendo jugadas que lo debiliten, y que le quiten poder y recursos, hasta que caiga, y con él, tal vez otros de su calaña — Marco recordó las palabras de uno de sus maestros en la Academia de policía.
— Nada más verdadero ahora — se dijo, mientras apretaba con fuerza el volante de su auto hasta que sus nudillos se volvieron blancos.
Ahora aplicaba esos principios, estaba convencido de que con ellos llegaría hasta el fondo de toda la suciedad que representaba Dario Ferraro.
Marco se plantó frente a un edificio de oficinas sobrio y elegante en el distrito