La llegada del invierno había cubierto de escarcha las laderas cercanas al faro, y el frío hacía que los días se acortaran aún más, sumiendo la región en una penumbra constante. Las ráfagas gélidas arrastraban cristales de hielo que tintineaban contra las paredes de piedra como campanas de advertencia. Sin embargo, en el corazón de la fortaleza, la temperatura era otra. Un fuego intenso ardía en la sala de entrenamiento, no solo en la chimenea que crepitaba en un rincón, sino también en el espíritu de aquellos que se entrenaban dentro.
Lykos lideraba la sesión del día con la presencia imponente de quien no necesitaba levantar la voz para hacerse respetar. Los nuevos betas y guardianes, de distintas procedencias y edades, se reunían frente a él en formación. La manada, diversa en linajes, colores y habilidades, se preparaba para un futuro incierto. El equilibrio de la alianza pendía de un hilo, y cada guerrero debía estar listo para defenderla de cualquier sombra que se atre