El eco de la rebelión aún resonaba en las paredes del faro cuando Amara tomó una decisión que cambiaría el curso de la alianza para siempre. El intento silencioso de sabotaje, la manipulación de las runas y la traición desde dentro habían demostrado una verdad inquietante: la paz, por más sólida que pareciera, necesitaba guardianes constantes. No bastaba con reaccionar ante las amenazas. Debían anticiparlas, enfrentarlas y educar contra ellas.
Fue así como nació la idea de una unidad permanente, capaz de actuar en cualquier frente —mágico, físico o diplomático—. Una fuerza no sujeta a los clanes, sino leal a la alianza misma. La Guardia Eterna.En un anuncio solemne ante los líderes del Consejo y frente a los habitantes del faro, Amara declaró:—Crearemos la Guardia Eterna. Una fuerza mixta, compuesta por lo mejor de cada pueblo. No se limitará a defender, sino que investigará sin descanso y enseñará sin límites. Su lealtad será la paz. Su motor, el compro