La gala avanzaba con el ritmo elegante de un reloj suizo. Las luces doradas descendían como caricias desde las arañas de cristal, y la música de cuerdas envolvía la noche en un susurro seductor. En la pista, las figuras se deslizaban como en un juego secreto de poder y deseo, donde cada paso podía cambiar el destino de los que se atrevían a moverse demasiado cerca.
Mia Johnson, enfundada en un vestido verde esmeralda que dejaba al descubierto su espalda, giró su rostro al captar algo que alteró su instinto. A lo lejos, entre las parejas que se mecían al compás de un violín, Winston Kirkland —ex de Olivia—, danzaba con Sophia
Cox, la mujer que una vez rompió el corazón de Liam. Demasiado sonrientes. Demasiado