El despacho de Benjamín en el piso catorce del edificio de Macmillan & Walton seguía impecable. El mármol pulido, las paredes cubiertas de diplomas y reconocimientos, la escultura de bronce en la esquina… Todo hablaba de éxito, poder y control. Hasta que Liam abrió la puerta de golpe, sin anunciarse, con Elijah detrás de él como un huracán contenido.
—Ya no puedes ocultarte detrás de esos muros, Benjamín —espetó Liam, con una frialdad glacial—. Sabemos todo. Tu relación con De Luca, la infiltración del capital ilícito en la firma, la malversación de fondos a través de fideicomisos offshore… Ya no hay nada que esconder.
Benjamín se puso de pie, la tensión marcándole las sienes. Pero no alcanzó a decir palabra. Elijah lo embistió verbalmente, con los ojos inyectados de furia.