La pista privada se extendía frente a Sophie como un escenario sacado de una película que jamás habría soñado protagonizar. Las luces doradas marcaban el camino hasta el avión, que brillaba bajo el anochecer como si fuera un diamante tallado en acero y cristal. El aire olía a queroseno y lujo, a una promesa de mundos que ella nunca había pisado.

Sophie tragó saliva al ver el jet, con las ventanillas iluminadas y una estela de poder emanando de su sola presencia. Era el tipo de transporte que pertenecía a multimillonarios, a magnates que dictaban las reglas del mundo… y, sin embargo, ahí estaba ella, con su maleta pequeña en la mano, sintiendo que cada paso era un salto directo a un universo que no le pertenecía.

Damien caminaba a su lado, impecable en un traje oscuro hecho a la medida, la camisa abierta apenas en el cuello, como si la noche misma obedeciera su paso. Su silueta alta y firme proyectaba una seguridad que contrastaba con la turbulencia en el pecho de Sophi