Capitulo 48

—Ana, quiero ir al baño, primero.

—Claro, mi amor… y luego nos vamos —dijo Ana con una sonrisa suave, y entrelazó los pequeños dedos de Emma con los suyos.

Caminaron juntas por el pasillo principal, donde el murmullo de voces y el eco lejano de tacones resonaban entre paredes cubiertas de mármol pulido y arte moderno. Las luces del techo, frías y blancas, caían en haces geométricos sobre el suelo encerado, dando a todo un aire clínico y elegante. Un aroma tenue a flores blancas —jazmín o tal vez lirio— flotaba en el ambiente.

El baño estaba vacío cuando entraron. Las puertas de madera laqueada se cerraron tras ellas con un leve susurro. Emma corrió hacia el primer cubículo con la inocencia de una niña que no siente las tensiones adultas que cargan los muros a su alrededor.

Ana se acercó al lavabo. Abrió el grifo. El agua cayó con fuerza, salpicando gotas frías sobre la porcelana. Se lavó las manos con movimientos tranquilos, metódicos, mientras observaba su reflejo. Estaba cansada. Su
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