Capitulo 39

El rugido del motor de la camioneta rompía el silencio de la madrugada mientras la mansión se dibujaba imponente entre la niebla ligera del amanecer.

Las farolas encendidas lanzaban sombras largas sobre el camino empedrado, y el chirrido de las llantas al frenar fue apenas superado por los gritos de Nelly dentro del vehículo.

Alan, quién era el conductor no se cansaba de reír y tener por Nelly, viendo la paciente que tenía Adrián en ese momento con ese monumento de mujer haciendo pataletas.

—¡No me toques! ¡Eres un imbécil, Adrián! ¡Eres un maldito cavernícola! —soltó ella, pataleando con fuerza mientras él abría la puerta y la tomaba en brazos.

—Sigue gritando —gruñó él, con la mandíbula apretada—. Así despiertas a toda la ciudad.

—¡Ojalá! ¡Quiero que todos vean el idiota que eres!

La sujetaba con firmeza, como si su fuerza bastara para contener el torbellino de furia, dolor y alcohol que era Nelly esa noche. Sus tacones cayeron uno a uno en el camino de entrada, golpeando las baldo
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