El amanecer se colaba con pereza entre las gruesas cortinas de la habitación. La luz dorada se extendía por el suelo de madera pulida, acariciando los muebles con un resplandor tenue. Adrián permanecía recostado sobre la cama, con un brazo apoyado sobre la frente y la mirada perdida en el techo. A pesar del descanso, el agotamiento pesaba en su cuerpo como si hubiera corrido kilómetros sin detenerse.
La noche anterior se había quedado hasta tarde en su despacho revisando unos documentos y en ese momento recordó lo que realmente había pasado en Buenos Aires mientras estuvo ebrio.
La conversación con su padre la noche anterior sobre tener un nieto, aún rondaba su mente, pero no era eso lo que le molestaba. Había algo más, un detalle incómodo que se abrió paso entre la niebla del alcohol: había hablado demasiado con Nelly. Fragmentos de la noche en buenos aires volvían en ráfagas confusas… su voz confundiéndose con la brisa en la terraza, la forma en que sus emociones afloraron sin filt