Nicolás regresó a su oficina en la madrugada, agotado y aún desconcertado por los eventos de la noche. Había eliminado dos de los tres objetivos, pero la intervención desconocida en la segunda misión lo había dejado inquieto. Sabía que el control que creía tener se le estaba escapando de las manos, como arena entre los dedos.
El sonido de su celular lo sacó de sus pensamientos. Era Emiliano.
—Nicolás —la voz de Emiliano era tensa, casi contenida—, he recibido informes de que la operación no salió como esperábamos. ¿Qué pasó?
Nicolás respiró hondo, controlando su frustración.
—Alguien más intervino. Una explosión, de la que no tenía conocimiento, eliminó al segundo objetivo antes de que pudiera llegar a él.
—¿Alguien más? —repitió Emiliano, como si no pudiera aceptar la idea—. ¿Tienes idea de quién podría ser?
—No, pero dejaron claro que saben mis movimientos, y que no tienen intención de facilitarme las cosas. Están jugando con nosotros, Emiliano —respondió Nicolás, dejando entrever l