El escape apenas les había dado respiro. Nicolás sentía la herida en su hombro arder y le costaba mantener la compostura mientras Ricardo lo ayudaba a mantenerse de pie. Tras un rato de caminar por callejones oscuros y evitar patrullas, llegaron a un edificio abandonado que Ricardo había asegurado como refugio temporal. Nicolás se dejó caer contra una pared, jadeando, mientras Ricardo revisaba sus alrededores.
—Es seguro aquí, jefe —dijo Ricardo, aún con preocupación en la mirada mientras observaba la sangre en el hombro de Nicolás—. Pero esa herida necesita atención.
—No tenemos tiempo para eso —respondió Nicolás con una voz ronca pero firme, a pesar del dolor. Se forzó a mantenerse erguido, sus ojos oscuros y enfocados—. Ese hombre… él sabe algo. Y quiere que yo también lo sepa, de la peor manera posible.
Ricardo lo observó con una mezcla de inquietud y lealtad.
—¿Quién era? ¿Tienes idea de por qué parece tan decidido a destruirte?
Nicolás cerró los ojos por un momento, recordando e