Amir disfruto de la imagen de Olivia recostada en la cama, ahora por primera vez se hundiría en ella, sin ataduras, sin vendas, con sus oscuros ojos viéndolo sin reparo alguno.
El paraíso existía, Amir lo sabía, como también sabia que no era un lugar para cualquier mortal, no podías llegar e ingresar sin más, primero debías esmerarte en hacer las cosas bien, y Amir sí que pensaba hacerlas bien.
Sus manos acariciaron las blanquecinas piernas de Olivia, disfrutando de poder observar cómo bajo el encaje sus pezones se endurecían, y descubriendo que el encaje blanco tenia sus ventajas, como, por ejemplo, poder distinguir a la perfección esos pezones rosados, que clamaban por él.
Mientras los ojos de Olivia buscaban cualquier centímetro de piel que Amir tuviera expuesto, y es que ya en las noches que habían compartido en Italia, este hombre se había percatado de cuanto la calentaba a Olivia el solo verlo desnudo, por lo que antes de continuar su recorrido, cual depredador, decidió deshacer