90. Entre velos y llamas
Lía despertó con la garganta cerrada y la piel erizada, como si hubiera salido de un río helado.
El cuarto estaba en penumbras, pero la luz suave del amanecer se filtraba por la rendija de la cortina. Había estado soñando, lo sabía. Aunque no podía recordarlo todo con claridad, algunas imágenes persistían como brasas debajo de la piel: un bosque espeso, una hoguera encendida, una silueta que se alejaba... y otra que se acercaba para abrazarla, o abrazarlo.
Raven.
No era la primera vez que lo veía en sueños, pero esta vez había sido diferente. No había sangre ni gritos ni ruinas. Solo calma. Y una sensación punzante, como si lo estuviera perdiendo incluso en el sueño.
Se sentó en la cama con lentitud. El cuerpo le pesaba, como si hubiera caminado horas en otro mundo. Se frotó los brazos con las manos y fue entonces cuando lo notó.
En su muñeca izquierda había una línea, fina como el trazo de una pluma. No era un rasguño ni una marca accidental. Era un símbolo. Un círculo abierto por un