89. El lobo que escucha

El amanecer se filtró por la ventana con una calidez apacible. No era un sol radiante ni uno pesado; era tenue, silencioso, como si supiera que adentro dormía alguien que necesitaba suavidad.

Raven abrió los ojos sin sobresaltos. No había gritos atrapados en su garganta. No había sudor frío ni imágenes de sangre tras sus párpados. Solo el sonido de los pájaros en los árboles, el murmullo del viento entre las hojas y el olor a madera tibia que se desprendía de la cabaña.

Kiara aún dormía a su lado, envuelta en una manta clara, el cabello cayendo sobre su rostro como una sombra tranquila. Él la observó por unos segundos, con esa mezcla de incredulidad y gratitud que solo sienten quienes han vivido mucho sin permitirse ternura.

Se levantó sin hacer ruido, se vistió despacio y salió al exterior.

El aire matutino estaba cargado de rocío. La tierra olía a vida recién nacida. Caminó hasta el pozo, lavó su rostro y se quedó allí, de pie, respirando profundamente. No pensaba en el pasado. No p
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