85. La flor en la grieta

El cielo era rojo.

No como un atardecer, no como fuego. Era rojo como si el mundo estuviera sangrando desde arriba. Las nubes se movían despacio, sin forma ni dirección, arrastrándose como presencias dormidas sobre un techo invisible.

Ailén abrió los ojos.

Y no supo si era la primera vez que lo hacía.

Estaba acostada sobre un campo de hierba gris, de tallos largos como agujas que no pinchaban, pero tampoco acariciaban. El aire no tenía temperatura. El silencio no era total, pero tampoco tenía sonidos. Solo existía ese murmullo constante, como si una multitud respirara al otro lado de una pared.

Se incorporó con lentitud.

Sus ropas estaban limpias. Su cuerpo... intacto. Pero al tocarse la piel, sintió algo extraño. Como si estuviera cubierta por una segunda capa, translúcida, etérea. No dolía. Pero no era su cuerpo. No del todo.

-- ¿Dónde estoy...? -- susurró.

Su voz no hizo eco.

No encontró respuesta.

Frente a ella, una llanura de piedra blanca se extendía hasta el horizonte. A un lad
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