49.
La noche había caído con un manto pesado sobre Umbra Noctis, sus calles estrechas y empedradas envueltas en un silencio inquietante, roto solo por el eco distante de pasos apresurados. La ciudad parecía contener el aliento, como si supiera que algo importante estaba por suceder.
En un callejón angosto y poco iluminado, una figura emergió de entre las sombras con una elegancia casi irreal. Lucien caminaba con paso firme, cada movimiento medido, dejando tras de sí una estela de misterio y peligro contenido. Su traje oscuro se ceñía perfectamente a su figura, y su rostro, marcado por una sonrisa fría, reflejaba la seguridad de quien sabe que controla el juego.
Mientras avanzaba, las luces parpadeantes de las farolas lanzaban destellos sobre su piel pálida, acentuando la sensación de que no pertenecía del todo a ese mundo. Sus ojos, penetrantes y calculadores, buscaban entre las sombras, y en un instante, su mirada se posó sobre una silueta que emergía del otro extremo del callejón.
Raven