La luz suave de la mañana se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación de Ailén con una calidez tranquila. Sin embargo, esa sensación de calma fue quebrada por un sonido inesperado: la ventana de su habitación se abrió de golpe, dejando entrar un aire fresco y un susurro en el viento.
Raven apareció de repente, como si la realidad misma le hubiera permitido atravesar los límites de lo imposible. Se deslizó dentro de la habitación como una sombra, y antes de que Ailén pudiera reaccionar, él ya estaba a su lado, observándola con una mirada cargada de misterio.
-- Te preocupas mucho por mí, ¿verdad? -- dijo Ailén, aún medio adormilada, con una sonrisa irónica en los labios.
-- Solo me aseguraba de que tu noche no fuera demasiado solitaria -- respondió Raven, una leve sonrisa cruzando su rostro. No podía negar que sentía una necesidad de protegerla, de estar cerca. Algo dentro de él se despertaba cada vez que la veía, y aunque no entendía del todo qué era, no podía ignorarlo.
Ailén se sentó en la cama, abrazándose a las piernas, observándolo con una mezcla de sorpresa y cariño. Estaba acostumbrada a la presencia de Raven, pero este gesto espontáneo, de aparecer por la mañana de esa manera, le resultaba algo más cercano de lo que había anticipado.
-- ¿Y qué vas a hacer aquí? -- preguntó ella, frotándose los ojos y mirando su reloj, asombrada de lo temprano que era. -- ¿Vienes a acompañarme a la universidad? --
-- Si me dejas, sí -- respondió Raven, acercándose al borde de la cama. -- Te acompaño. Algo en mí me dice que necesito estar cerca de ti hoy. --
El sol estaba apenas en su punto más alto cuando ambos salieron de la casa de Ailén. Caminaron juntos por la calle, el sonido de sus pasos en el pavimento resonando en el aire fresco de la mañana. Aunque las voces de los transeúntes eran tenues, una sensación extraña se apoderaba de Ailén, como si todo a su alrededor se desvaneciera, dejándola sola con sus pensamientos.
Raven caminaba a su lado, atento a cada cambio en su respiración, a cada pausa en su paso. Algo no estaba bien. Ailén lo había estado evitando, sí, pero sus ojos revelaban algo más. Ella intentaba esconderlo, pero él podía sentirlo.
-- Hay algo en tus ojos, Ailén. ¿Qué es lo que te preocupa? -- preguntó él, bajando el tono de su voz, como si el mismo aire a su alrededor necesitara la intimidad de sus palabras.
Ailén se detuvo por un momento, observando el horizonte, como si las respuestas vinieran del mismo viento que acariciaba su rostro. No quería compartirlo, pero sabía que con él tenía la confianza suficiente para hacerlo.
-- He estado teniendo sueños... muy extraños, Raven -- dijo ella, su voz cargada de incertidumbre. -- No son solo sueños. Es como si algo dentro de mí estuviera... cambiando. Como si una parte de mí estuviera despertando. No sé cómo explicarlo, pero hay algo oscuro, algo... antiguo. --
Raven la miró fijamente, frunciendo el ceño, un retazo de preocupación cruzando su rostro. Cada palabra de Ailén lo hacía sentir como si un lazo invisible lo conectara a ella aún más. Sabía que esos sueños no eran simples fantasías, y el temor que percibía en su voz era real.
-- ¿Qué clase de sueños? -- preguntó, buscando una pista, un indicio de lo que podría estar ocurriendo dentro de ella.
Ailén suspiró, la angustia reflejada en sus ojos mientras se obligaba a compartir lo que había estado guardando para sí misma.
-- Son... visiones. Como si viera cosas que no deberían estar ahí. Como si escuchara susurros en mi mente, diciéndome que todo esto tiene un propósito. Que hay algo dentro de mí... algo que no puedo controlar. --
Raven dio un paso hacia ella, su rostro suave pero firme, demostrando una tranquilidad que Ailén no sentía.
-- Eso que sientes no es algo que debas enfrentar sola -- dijo él, su voz grave pero suave. -- Lo que sea que esté sucediendo en tu interior, yo estaré a tu lado, Ailén. Prometido. La profecía puede ser solo una historia, pero lo que está ocurriendo ahora es real, y yo me aseguraré de que no tengas que enfrentarlo sola. --
Ailén lo miró a los ojos, buscando en sus palabras la certeza que tanto necesitaba. Había algo en su mirada que la tranquilizaba, algo que la hacía sentir que, quizás, las sombras que la acechaban no eran tan aterradoras si tenía a Raven cerca.
-- Gracias, Raven -- susurró, con una sonrisa tímida. -- No sé qué haría sin ti. --
Raven sonrió también, aunque con una seriedad subyacente. Ambos sabían que este viaje estaba apenas comenzando, y que había mucho más por descubrir. Pero por primera vez en mucho tiempo, Ailén se sintió segura de que, al menos por un momento, todo iba a estar bien.
La noche había caído como un velo de incertidumbre sobre Umbra Noctis. Las luces de la ciudad apenas lograban disipar la densa neblina que se arrastraba por las calles como una advertencia silenciosa. En los callejones más oscuros, lejos de los ojos humanos, las antiguas tensiones volvían a resurgir.Raven olía la sangre en el aire antes de escuchar el primer paso. Su manada estaba en alerta, sus sentidos afilados. Frente a ellos, bajo el brillo tenue de una farola rota, tres figuras emergieron de la penumbra. Vestían con elegancia, pero sus rostros eran pálidos, inhumanos. Los vampiros.-- ¿Qué hacen aquí? -- preguntó Raven con la voz tensa, su mirada fija en el del centro, un hombre de ojos carmesí con una sonrisa sarcástica dibujada en el rostro.-- Venimos a por respuestas -- dijo el vampiro, dando un paso al frente --. Algo se está moviendo en la superficie. Algo que ustedes intentan ocultar. --La manada se colocó tras Raven. Uno de ellos gruñó bajo la garganta.-- No tienen der
Seis meses en el futuro…La noche había caído sobre Umbra Noctis, pero el silencio que normalmente reinaba en la ciudad se sentía extraño, como si algo estuviera esperando. Ailén y Raven se encontraban en un rincón apartado del bosque, donde la luna roja iluminaba tenuemente el paisaje. Estaban solos, aislados del mundo, y parecía que el destino les había brindado un momento de paz, una oportunidad para hablar de lo que sentían, para explorar lo que había estado creciendo entre ellos en silencio.La atmósfera estaba cargada de una tensión palpable, un magnetismo entre ellos que ni siquiera el viento podía romper. Ailén respiró hondo, sintiendo el peso de sus pensamientos, mientras observaba a Raven. Había algo en su mirada, algo en la manera en que la observaba, que le hacía preguntarse si realmente entendería lo que había dentro de ella, lo que estaba a punto de suceder.Raven, por su parte, no podía dejar de mirarla. Sabía que algo no estaba bien, que había algo más profundo que ell
En la actualidad…Ailén MoreauDesde que tengo memoria, siempre supe que había algo... distinto en mí. No era algo que pudiera señalar frente al espejo o explicar con palabras claras. Era una sensación persistente, como un murmullo en el fondo de mi alma, una vibración leve pero constante, como si el mundo, tal y como lo conocía, escondiera un velo que solo yo intuía, aunque nunca pudiera levantarlo.Mi infancia fue, a ojos de cualquiera, perfectamente normal. Crecí en un pequeño pueblo rodeado de bosques y ríos, un lugar donde cada rostro era familiar y cada secreto, compartido en susurros entre vecinos. Mis padres, Lissette y Gérard Moreau, eran personas amorosas pero discretas, como si siempre llevaran el peso de historias no contadas en sus miradas. Nunca me prohibieron explorar, pero sus advertencias siempre tenían un tono de gravedad que me dejaba más preguntas que respuestas.Yo siempre tan pequeña y curiosa, pasaba las tardes corriendo entre los árboles, recogiendo hojas extra
Raven DélacroixHabía aprendido a convivir con el peso de lo que soy. Lo había aceptado desde que tengo memoria, como una segunda piel, como una sombra que jamás me abandona. Pero esta noche... esta noche todo ardía distinto bajo mi piel.La luna no era plena, pero su luz atravesaba el follaje con un filo casi profético. Había algo en el aire, un susurro antiguo, un presagio, quizás. Y yo lo sentía en los huesos.Me detuve en la loma que bordeaba la ciudad. Desde allí podía ver las luces mortecinas que titilaban entre los edificios, como luciérnagas atrapadas en jaulas de concreto. Mi respiración era lenta, medida, aunque por dentro todo se revolvía. Cada paso que daba hacia ese lugar donde sabía que estaría ella era una traición a la calma que fingía tener.Ailén.Su nombre sabía a tormenta en mi mente.Había pasado toda una vida conviviendo con ella sin dejar que mis secretos rozaran su mundo. Ella, tan brillante, tan humana. Tan ignorante de las sombras que la rodeaban.-- ¿Por qué
Liora ValenhardtDesde pequeña aprendí a distinguir entre lo que debía decir… y lo que debía callar.Mi madre, una bruja de la estirpe antigua, me enseñó que las verdades más poderosas no se lanzan al viento. Se protegen, se guardan, se vigilan como si fueran fuego vivo. Tal vez por eso siempre he sido la sombra detrás de Ailén. Su escudo invisible. Su voz no dicha.Y esta noche… esta noche algo ha cambiado.Sentí la vibración antes de que sucediera. Una corriente sutil, casi imperceptible para los humanos comunes, me recorrió la columna vertebral como un soplo antiguo. La magia rara vez se manifiesta sin razón. Y esta vez, no era solo magia.Era destino.El mismo destino que he intentado evitar desde que supe la verdad sobre Ailén. Desde que leí su nombre en las páginas prohibidas del grimorio familiar. Desde que vi, en sueños rotos y profecías fragmentadas, que su sangre podría despertar la luna roja… o destruirnos a todos.Ella no lo sabe. No todavía.Y, por los dioses, ojalá nunca
La noche aún se aferraba al cielo de Umbra Noctis con dedos de sombra, cubriendo el bosque con un velo denso y plateado. Las estrellas parecían haberse retraído, cediendo todo el protagonismo a la Luna Roja, que brillaba sobre la arboleda con un fulgor inquietante. Un aire húmedo y expectante lo envolvía todo, como si la tierra contuviera el aliento.Ailén caminaba por el sendero de tierra apisonada que bordeaba el bosque. Su paso era lento, inseguro, como si temiera que el suelo cediera bajo sus pies. Llevaba la chaqueta de lana cruzada sobre el pecho, pero no era el frío lo que la hacía temblar.Pensaba en Raven. En su mirada profunda y distante, en cómo sus palabras parecían siempre contener un significado oculto. Había algo en él que la perturbaba, algo que no sabía si temer o buscar con desesperación. Sentía ese extraño calor bajo la piel cada vez que él estaba cerca, como si una corriente eléctrica invisible los uniera.-- ¿Por qué te siento así? -- susurró para sí, apretando la
La Luna Roja brillaba en el cielo de Umbra Noctis con una intensidad inquietante. Su luz teñía de rojo los horizontes, y las sombras parecían alargarse más allá de la realidad misma. En el corazón de la oscuridad, la Torre del Ocaso se erguía, como un faro solitario y olvidado por el tiempo. Nadie se atrevía a acercarse a sus muros ennegrecidos, ni siquiera las criaturas más valientes de los clanes. La torre estaba maldita, marcada por siglos de secretos no revelados.Pero para Liora, el peligro no era suficiente para disuadirla. Con cada paso que daba hacia la torre, sentía que algo dentro de ella despertaba. Había llegado a un punto en el que las respuestas que tanto había buscado parecían estar más allá de su alcance, ocultas en lo más profundo de ese lugar prohibido.-- Este es el lugar, lo sé... -- se dijo a sí misma, casi como un susurro, al ver cómo la torre se alzaba ante ella con una presencia casi palpable.El viento gélido de la noche parecía susurrar advertencias, pero Lio
La noche no caía en Umbra Noctis. Se desplegaba. Como una sombra que se arrastra por los huesos del bosque, como una promesa envenenada. En medio de la espesura, Raven avanzaba sin hacer ruido, cada pisada calculada, cada músculo alerta. Bajo la tenue luz de una luna encapotada, su silueta parecía más bestia que hombre.La manada lo esperaba en el claro del sur, donde los árboles formaban un círculo natural, tan antiguo como el juramento que los unía. El aire olía a tierra mojada, a savia rota, a poder contenido. Kael, su beta, ya estaba allí. Detrás de él, los más jóvenes murmuraban entre sí, impacientes, nerviosos.-- Estamos al borde, Alpha. Lo sientes, ¿verdad? --Raven no respondió. No con palabras.Cerró los ojos. Sintió el latido de la tierra bajo sus pies, los susurros de los espíritus del bosque rozando sus pensamientos. La Luna Roja aún no había ascendido, pero su presencia era un temblor en la sangre. Lo reconocía por el sabor metálico en su boca, por la tensión en su nuca,