11. Caminos entre Sombras

La luz suave de la mañana se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación de Ailén con una calidez tranquila. Sin embargo, esa sensación de calma fue quebrada por un sonido inesperado: la ventana de su habitación se abrió de golpe, dejando entrar un aire fresco y un susurro en el viento.

Raven apareció de repente, como si la realidad misma le hubiera permitido atravesar los límites de lo imposible. Se deslizó dentro de la habitación como una sombra, y antes de que Ailén pudiera reaccionar, él ya estaba a su lado, observándola con una mirada cargada de misterio.

-- Te preocupas mucho por mí, ¿verdad? -- dijo Ailén, aún medio adormilada, con una sonrisa irónica en los labios.

-- Solo me aseguraba de que tu noche no fuera demasiado solitaria -- respondió Raven, una leve sonrisa cruzando su rostro. No podía negar que sentía una necesidad de protegerla, de estar cerca. Algo dentro de él se despertaba cada vez que la veía, y aunque no entendía del todo qué era, no podía ignorarlo.

Ailén se sentó en la cama, abrazándose a las piernas, observándolo con una mezcla de sorpresa y cariño. Estaba acostumbrada a la presencia de Raven, pero este gesto espontáneo, de aparecer por la mañana de esa manera, le resultaba algo más cercano de lo que había anticipado.

-- ¿Y qué vas a hacer aquí? -- preguntó ella, frotándose los ojos y mirando su reloj, asombrada de lo temprano que era. -- ¿Vienes a acompañarme a la universidad? --

-- Si me dejas, sí -- respondió Raven, acercándose al borde de la cama. -- Te acompaño. Algo en mí me dice que necesito estar cerca de ti hoy. --

El sol estaba apenas en su punto más alto cuando ambos salieron de la casa de Ailén. Caminaron juntos por la calle, el sonido de sus pasos en el pavimento resonando en el aire fresco de la mañana. Aunque las voces de los transeúntes eran tenues, una sensación extraña se apoderaba de Ailén, como si todo a su alrededor se desvaneciera, dejándola sola con sus pensamientos.

Raven caminaba a su lado, atento a cada cambio en su respiración, a cada pausa en su paso. Algo no estaba bien. Ailén lo había estado evitando, sí, pero sus ojos revelaban algo más. Ella intentaba esconderlo, pero él podía sentirlo.

-- Hay algo en tus ojos, Ailén. ¿Qué es lo que te preocupa? -- preguntó él, bajando el tono de su voz, como si el mismo aire a su alrededor necesitara la intimidad de sus palabras.

Ailén se detuvo por un momento, observando el horizonte, como si las respuestas vinieran del mismo viento que acariciaba su rostro. No quería compartirlo, pero sabía que con él tenía la confianza suficiente para hacerlo.

-- He estado teniendo sueños... muy extraños, Raven -- dijo ella, su voz cargada de incertidumbre. -- No son solo sueños. Es como si algo dentro de mí estuviera... cambiando. Como si una parte de mí estuviera despertando. No sé cómo explicarlo, pero hay algo oscuro, algo... antiguo. --

Raven la miró fijamente, frunciendo el ceño, un retazo de preocupación cruzando su rostro. Cada palabra de Ailén lo hacía sentir como si un lazo invisible lo conectara a ella aún más. Sabía que esos sueños no eran simples fantasías, y el temor que percibía en su voz era real.

-- ¿Qué clase de sueños? -- preguntó, buscando una pista, un indicio de lo que podría estar ocurriendo dentro de ella.

Ailén suspiró, la angustia reflejada en sus ojos mientras se obligaba a compartir lo que había estado guardando para sí misma.

-- Son... visiones. Como si viera cosas que no deberían estar ahí. Como si escuchara susurros en mi mente, diciéndome que todo esto tiene un propósito. Que hay algo dentro de mí... algo que no puedo controlar. --

Raven dio un paso hacia ella, su rostro suave pero firme, demostrando una tranquilidad que Ailén no sentía.

-- Eso que sientes no es algo que debas enfrentar sola -- dijo él, su voz grave pero suave. -- Lo que sea que esté sucediendo en tu interior, yo estaré a tu lado, Ailén. Prometido. La profecía puede ser solo una historia, pero lo que está ocurriendo ahora es real, y yo me aseguraré de que no tengas que enfrentarlo sola. --

Ailén lo miró a los ojos, buscando en sus palabras la certeza que tanto necesitaba. Había algo en su mirada que la tranquilizaba, algo que la hacía sentir que, quizás, las sombras que la acechaban no eran tan aterradoras si tenía a Raven cerca.

-- Gracias, Raven -- susurró, con una sonrisa tímida. -- No sé qué haría sin ti. --

Raven sonrió también, aunque con una seriedad subyacente. Ambos sabían que este viaje estaba apenas comenzando, y que había mucho más por descubrir. Pero por primera vez en mucho tiempo, Ailén se sintió segura de que, al menos por un momento, todo iba a estar bien.

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