GRAYSON
La música seguía retumbando en el gran salón, risas, copas chocando y aromas dulces mezclados con el perfume de las flores que adornaban cada rincón. La celebración era perfecta… pero yo ya no escuchaba nada. Mi atención estaba clavada únicamente en ella. Azura, mi reina, mi mujer. Su risa ligera, su mirada que brillaba con esa chispa peligrosa que solo yo conocía, y ese vestido que parecía hecho para tentarme hasta el borde de la locura.
No podía seguir fingiendo que la fiesta era lo que me interesaba. Cada vez que alguien se acercaba a hablarle, sonreía por cortesía, pero por dentro ardía de deseo y de ansiedad. Ya había pasado demasiada tensión en estas últimas semanas… y la necesitaba para mí.
Me incliné hacia su oído, dejando que mi aliento le rozara la piel.
—Mi reina… —susurré con una voz grave y cargada de promesas—. Creo que es hora de que abandonemos la fiesta.
Ella me miró de reojo, fingiendo inocencia, pero vi perfectamente cómo sus labios se curvaron en una sonris