Azura
No sé cuántos días han pasado desde que me entregué a Grayson, pero a veces siento que el tiempo se ha detenido dentro de su abrazo. No hay amaneceres ni anocheceres, solo la eternidad que habita entre nuestros cuerpos enredados. Mi celo terminó hace tiempo, y sin embargo, cada vez que lo tengo cerca, mi piel lo llama, mi alma lo desea, y mi cuerpo se estremece como si aún ardiera por su marca.
Grayson no me da tregua, ni yo se la pido. Su cariño es devoción pura, y cada caricia que me da es una plegaria silenciosa a mi cuerpo. Me adora con una paciencia reverente, como si cada parte de mí fuera sagrada. Y yo… yo soy un caos rendido a sus manos.
Esta mañana desperté sobre su pecho, su respiración tranquila rozando mi frente, su brazo fuerte enroscado alrededor de mi cintura, como si tuviera miedo de que me desvaneciera. Pero era yo la que tenía miedo… Miedo de que todo fuera un sueño. Miedo de que algún día me despertara sin él.
—Mm