"quien no da de enamorado, menos da de arrepentido"
Kael
Llevaba meses buscándola. Piedra tras piedra, rincón tras rincón. Cazadores, exploradores, rastreadores… pagué fortunas y dejé correr sangre por una pista, un susurro, una posibilidad. Pero nada. Era como si se la hubiese tragado la tierra. Como si la luna la hubiese escondido de mí con un hechizo ancestral.
Azura.
Su nombre aún tenía poder sobre mí.
No debió irse. Ella era mía.
—Ella era mi compañera… —susurré para mí mismo mientras el jadeo de Liz retumbaba en mi oído.
Mis manos apretaban sus caderas con fuerza. Su cuerpo se movía sobre mí con frenesí, sus gemidos llenando la habitación con una mezcla de deseo y sometimiento.
—Oh sí, Kael… más… más fuerte… —gritaba mientras me cabalgaba como si su vida dependiera de ello.
Sus pechos rebotaban frente a mis ojos, su cabello caía como una cortina dorada. Era hermosa, lo admito. La hija del Alfa de la Manada Luz de Luna. Una unión estratégica. Una elección racional.
Una Luna.
Una