La mañana siguiente, Clara despertó con una energía renovada. La chispa que había encendido su encuentro con Sofía la mantenía vibrante, como una llama que devolvía luz a rincones olvidados de su alma. Aquella conexión inesperada la había hecho recordar que, aunque la vida avanzara, el pasado siempre tenía algo que aportar al presente.
Mientras Lucas estaba en la cocina, canturreando suavemente mientras preparaba el desayuno, Clara se acomodó frente a su computadora, dispuesta a vencer al bloqueo que la había detenido tantas veces. La pantalla blanca parecía ahora un lienzo lleno de posibilidades.
El sonido rítmico de las teclas llenó la habitación, y desde la cocina, Lucas la observaba con una sonrisa tranquila, orgulloso de verla concentrada y apasionada.
—Te traje algo —dijo, colocando frente a ella un plato con tostadas doradas, frescas frutas y un vaso de jugo natural.
Clara no apartó la vista de la pantalla.
—Gracias, amor —murmuró, apenas levantando la mano para tocar la de él.