El sol brillaba con fuerza sobre la ciudad mientras los preparativos para la boda de Samuel se llevaban a cabo en los jardines de una elegante villa. Clara y Lucas se encontraban en un rincón tranquilo, observando cómo todo cobraba vida: las flores cuidadosamente arregladas, las sillas blancas alineadas, los invitados llegando poco a poco. Era un día que habían esperado con emoción y cierta nostalgia; ver a su hijo mayor dar un paso tan importante hacía que se mezclaran orgullo y melancolía.
—No puedo creer que esto esté pasando —dijo Clara, tomando la mano de Lucas—. Parece que fue ayer cuando lo sostenía en mis brazos por primera vez.
Lucas asintió, con una sonrisa que reflejaba la misma mezcla de emociones.
—Lo sé —respondió—. Veinticinco años han pasado volando. Pero míralo… está preparado, y su felicidad es todo lo que siempre hemos deseado para él.
Clara suspiró, mientras sus ojos recorrían a Samuel, que hablaba con su prometida, ambos radiantes de alegría. Era increíble ver en