Aurora estaba de pie frente a la puerta del colegio de Leon, aún con el conjunto de blazer azul marino que había llevado por la mañana para una reunión. Algunos niños humanos salían corriendo y riendo, seguidos de varios niños werewolf con pasos más ágiles. Entre ellos, apareció Leon con una mochila que parecía demasiado grande para su pequeña espalda. Su cabello negro estaba un poco despeinado y sus mejillas enrojecidas por la carrera.
—¡Mamá! —gritó Leon, agitando su pequeña mano.
Aurora sonrió.
—¡Leon!
Se agachó y abrió los brazos. Leon corrió hacia ella y la abrazó con fuerza. Ese abrazo le recordó que, detrás de toda la estrategia y la venganza que había planeado, existía una pequeña criatura que era la razón por la que debía ganar: para que este niño nunca viviera el mismo pasado que ella.
—¿Te gustó la escuela? —preguntó Aurora mientras le acomodaba el cabello.
Leon asintió con entusiasmo.
—¡Sí! Aprendí a contar y luego jugamos al fútbol en el patio. Pero hubo una niña rara, ma