Damián estaba sentado al borde de la cama, absorto en sus pensamientos.
Aurora entró en silencio, vestida con un camisón nocturno, sus ojos clavados en la espalda de Damián.
—¿No vas a dormir?
Damián no se volvió de inmediato.
—Sabes por qué no.
Aurora se acercó, sus suaves manos tomaron los hombros de Damián.
—¿Crees que no siento lo mismo que tú?
Finalmente, Damián giró.
—¿Qué es lo que sientes, Aurora? ¿Satisfacción? ¿Felicidad al verme destruido?
—No se trata de felicidad.
—¿Entonces de qué? ¿Venganza? Ya lo tienes todo. Mi reputación, mi empresa, incluso la confianza de la manada. ¿Qué más quieres?
—Quiero que entiendas.
—¿Entender qué? —rugió Damián, su voz grave y áspera.
De repente, Aurora le dio una bofetada.
El sonido del golpe resonó en la habitación. Damián se quedó atónito, su mejilla enrojeció.
—¡Quiero que entiendas el dolor que me causaste hace cuatro años! —gritó Aurora.
Damián la miró fijamente y, sin previo aviso, agarr