En ese instante se oyó una explosión terrible; se sobresaltaron y Damian miró hacia la ciudad por la ventana. Fuego ardiendo desde varios puntos. Humo negro que se elevaba alto en el aire, tragándose la luna que esa noche debía brillar. Las sirenas aullaban sin cesar, mezcladas con los gritos de la gente y los aullidos de los hombres lobo que resonaban por toda la ciudad.
No pasó mucho tiempo antes de que Damian se encontrara de pie sobre la vieja torre de vigilancia, el cuerpo paralizado mirando hacia abajo. Allí abajo, la ciudad que él había protegido, la ciudad que servía de punto neutral entre hombres lobo y humanos, estaba siendo devastada por la ira.
Arc subió precipitadamente a la torre. Respiraba con dificultad; su rostro mostraba heridas y sangre fresca.
—Alpha, tres hospitales han sido destruidos, cinco escuelas están en llamas, los asentamientos civiles han sido atacados sin piedad. Esto ya no es una advertencia; esto es una masacre.
Damian no respondió. Sus ojos seguían fi