*—Callum:
Cuando volvió en sí, seguía en la misma posición en el suelo del baño.
El cuerpo se sentía entumecido. El analgésico, si es que en algún momento había hecho efecto, ya no funcionaba. Todo le dolía. Cada músculo. Cada hueso. Cada rincón de su piel.
Callum movió la cabeza con dificultad. El cuello le crujió, rígido, pero se obligó a girarse hacia la ventana del cuarto de baño. Solo se veía oscuridad. La noche había caído hacía tiempo.
Había estado desmayado durante horas.
¿Dónde estaba Jules? ¿Por qué lo había dejado allí… solo?
Reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban, se sostuvo de lo que pudo y se incorporó. Todo su cuerpo protestó por el movimiento. Se apoyó contra la pared, tambaleándose, y salió del baño. La casa estaba en penumbras, silenciosa, casi ajena, pero él conocía cada rincón. Ocho años viviendo con Jules lo habían enseñado a moverse en la oscuridad. No encendió las luces. Caminó, a tientas, hacia la habitación principal.
Entró.
Encendió la luz y la re