*—Dominick
Cuando la puerta se cerró tras Callum, Dominick soltó un pesado suspiro y tiró de su corbata con manos temblorosas. Sus feromonas estaban completamente descontroladas, envolviendo la sala como una tormenta invisible. Su cuerpo ardía como una llama viva, y la tensión en sus pantalones era dolorosamente insoportable. Comenzó a jadear, incapaz de frenarse.
—¿Dominick? —llamó su hermana al ver que no respondía—. ¡Dominick! —exclamó Nicole, inclinándose sobre él, tocándole el pecho con preocupación.
—¿Pasa algo, señora Delacroix? —preguntó Jessie, acercándose desde la entrada.
—Sí… no —balbuceó Nicole, nerviosa, sin poder decir abiertamente lo que pasaba. Lo último que necesitaban era alimentar rumores sobre el presidente de la compañía perdiendo el control por un candidato—. Ha estado teniendo algunos problemas físicos… sus feromonas están un poco desequilibradas —explicó al fin, lo más neutral posible.
—¿Necesita que llame a un médico? —preguntó Jessie, sacando su teléf