Subtítulo:

“La verdad duele más cuando proviene de quien nunca sospechaste.”

El bosque parecía un laberinto vivo. Cada rama que se movía, cada sombra que se estiraba en el suelo, era una amenaza latente. Ariadna sentía la piel erizada, el corazón golpeando con una fuerza que casi le impedía respirar. La voz que Naira había reconocido aún resonaba dentro de su mente: “Ya estás marcada.”

Kael, con la mirada fiera, trataba de mantener la calma, pero por dentro hervía. Era un alfa acostumbrado a tener el control, a inspirar seguridad, pero aquella noche comprendía que el verdadero enemigo podía estar demasiado cerca… incluso al alcance de su mano.

La manada estaba reunida en semicírculo, con los ojos clavados en Sofía, que sostenía el pergamino entre las manos. El fuego de la fogata chisporroteaba en el centro, iluminando los rostros tensos de todos. La luz dejaba entrever emociones contenidas: miedo, rabia, desconfianza.

—Si el ritual puede alterar recuerdos —dijo Sofía con voz firme—,