Subtítulo:
“Algunos lazos no se eligen… se imponen.”
El eco del aullido todavía vibraba en los huesos de Ariadna. No era un simple llamado; había algo en esa nota aguda, algo que le erizó la piel y encendió una chispa desconocida en su interior.
Kael la tomó del brazo con fuerza, sus ojos buscando algo en la oscuridad del bosque.
—Tenemos que volver a la cabaña. Ahora.
Ella quiso protestar, pero Naira habló antes en su mente, con un tono extraño, casi asustado:
"Ese sonido… lo reconozco. No es un lobo cualquiera."
Ariadna sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Qué eres tú, Naira? —murmuró, más para sí que para Kael.
El Alfa no respondió. En cambio, la atrajo hacia sí, caminando rápido, como si cada segundo perdido fuera una sentencia.
Pero entonces, las sombras se movieron. Algo, o alguien, se adelantó y bloqueó su paso. Era una figura alta, envuelta en una capa oscura que parecía beber la luz de la luna. Los ojos brillaban con un rojo profundo, hipnótico.
—Ariadna… —la voz fue