Bianca nunca imaginó que una elección equivocada costaría la vida de su familia. Con el corazón roto y sed de venganza, se convierte en una fugitiva, jurando que nadie la detendrá. Sin embargo, su camino la lleva directamente a la sombra de un Alfa exiliado, un hombre tan peligroso como cautivador, cuya única obsesión es mantenerla a salvo. Para protegerla, él está dispuesto a desafiar a su antigua manada, Noche Oscura, y reclamar su lugar como el heredero de los primeros lobos, preparándose para una guerra inminente. Junto a este enigmático protector, Bianca no solo desvelará la intensidad del amor y la pasión más salvaje, sino que también despertará una fuerza que jamás creyó poseer. Pero en un mundo donde la Diosa Luna teje los destinos, ¿podrá su amor prohibido desafiar las reglas del juego o se interpondrá el destino en su camino?
Leer másMontreal, Canadá
Casi sin aire y con los ojos enrojecidos por el llanto, Bianca corre desesperada por el bosque, sintiendo el ardor de los pequeños cortes que las ramas de los árboles le abren en su joven rostro, pero esos simples arañazos no pueden compararse con el frenético golpeteo de los latidos de su corazón.
No sabe cuánto más soportará corriendo, pero detenerse no es una opción. De solo considerarlo la asalta la imagen de esa cabaña a la que solía llamar hogar, pero que ahora se ha convertido en la tumba de los cuerpos ensangrentados y sin vida de su familia.
Sintiendo que los ojos se le comienzan a llenar de espesas lágrimas , se reprocha haber sido tan tonta, tan ingenua de creer que podría rechazar al Alfa que la había reclamado como suya. Tendría que haber sabido que César no pararía hasta llegar a ella, y ahora se maldice por haber sido tan obstinada como para pensar que tenía elección, que podía decidir no convertirse en la hembra de un macho Alfa que estaba acostumbrado a tomar lo que quisiese.
“Y por mi culpa ellos ya no están: mamá… papá… Leonard… soy tan culpable de su muerte como ese monstruo”, reconoce entre jadeos al detenerse frente a un río que corre con demasiada fuerza como para creerse con las fuerzas necesarias para cruzarlo.
“¡Está cerca, puedo olerla!”, anuncia una excitada voz gruesa no muy lejos de ella.
Mordiéndose el labio inferior con miedo, Bianca comienza a descender por la orilla del río sabiendo que no tiene otra opción que intentar cruzarlo, porque no piensa dejar que la atrapen, prefiere morir ahogada que terminar siendo el juguete sexual del hombre que asesinó a su familia. Y al sentir la fuerza con la que la corriente le golpea las piernas casi derribándola, parece que esa será su tumba, no muy lejos de la de su familia.
“Las cosas no tienen que ser de esta manera, pequeña, tú me obligaste a hacer eso, tú te lo buscaste”, reclama una voz gruesa que la mujer ubica rápidamente al ver al enorme lobo negro a solo unos metros.
“¡Los mataste porque eres un maldito monstruo, porque no soportas que alguien te lleve la contraria, y por eso voy a odiarte por el resto de mi existencia, y si la diosa Luna me ayuda, un día voy a matarte como a un perro!”, grita la mujer con odio, cerrando sus manos en puños con tanta fuerza que comienza a clavarse las uñas en las palmas.
“Nadie me desafía, y mucho menos mi luna, alguien que es desafiado por su propia compañera es débil, no tiene lo necesario para ser un Alfa. Y yo no lo soy, por eso tuve que darte una lección, una que estoy dispuesto a determinar como único castigo si vuelves”, asegura el lobo comenzando a acercarse lentamente hacia ella, con sus ojos amarillos clavadas en el premio que recibirá después de esa agitada noche, tratando de hacer lo que mejor sabe: imponer su voluntad.
“Ser un maldito asesino no te hace fuerte, César, y te lo voy a demostrar el día que te mire a los ojos mientras te arranco el corazón”, promete Bianca decidida a cumplir su promesa, dejándose caer de espaldas en el río que sin piedad la arrastra cuesta abajo.
“¡No, m*****a zorra!”, grita el Alfa con furia al ver que se le vuelve a escapar. Al escuchar a sus subordinados que logran alcanzarlo en sus formas de lobo, los mira fijamente al punto de dejarlos temblando, “¡La quiero frente a mí antes de que termine la noche, y por su propio bien espero que lo logren, de lo contrario me desquitaré con ustedes!
César mira a sus matones desaparecer siguiendo el curso del agua, arrugando el hocico suelta un resoplido cargado de furia, sabe que no puede permitirse perderla. No luego de haber descubierto que ella es la llave hacia un poder superior, uno que podría ponerlo por encima de cualquier Alfa, de darle el lugar que ha perseguido por tanto tiempo, debe tenerla sin importar lo que le cueste, sin importar si para mantenerla a su lado tenga que encadenarla.
Phillisburg, Canadá.
“¡Ya basta, Patch, ya casi amanece, quiero volver a casa para una ducha caliente y un buen plato de comida! Además no quiero toparme con ese maldito Sheriff que querrá confiscarme medio ciervo”, reclama un fornido cazador a su perro pastor alemán que sale corriendo hacia la orilla del río como si hubiese encontrado algo.
Al ver que su mascota está lejos de prestarle atención, Julio suelta un suspiro de resignación y lo sigue para ver qué es lo que tanto le ha llamado la atención. Con suerte quizás se trate de un par de conejos que no le vendrán nada mal, para un estofado durante las noches frías no suele haber nada mejor.
“¿Qué demonios es eso?”, exclama el cazador con sorpresa al ver a su perro lamiendo el rostro de una inconsciente mujer empapada.
Sin perder un segundo, Julio corre hacia ella para comprobar que tenga pulso, al ver que aunque es débil, su corazón aún sigue latiendo, la levanta en sus brazos y vuelve con prisa hacia su camioneta. Tal vez debería llevarla al hospital, pero el más cercano está a más de veinte kilómetros, la única manera de que no muera de hipotermia será llevarla a su cabaña y hacerla entrar en calor.
Una vez que la ha recostado en el asiento trasero y cubierto con una manta, enciende el motor mirando por el retrovisor el rostro de la mujer que presenta varios cortes, como si hubiese estado huyendo.
Mientras conduce se dice a sí mismo que si alguien está detrás de ella, no debería involucrarse, sobre todo cuando ha ido a esa cabaña alejada de todo para desaparecer, pero por alguna extraña razón es incapaz de abandonarla, casi como si se sintiera responsable de ella.
“Será solo por hoy, muchacho, sabes que no me gustan las visitas… por muy linda que ella sea”, murmura a su mascota que sentado en el asiento del acompañante lo mira ladeando la cabeza hacia un costado, como si reconociera que esa mujer no saldrá rápidamente de sus vidas.
Soltando un quejido al sentir que todo su cuerpo adolorido, Bianca comienza a abrir los ojos lentamente. Por unos segundos su mirada empañada mira a su alrededor al parecerle que su cuarto está muy diferente.
¿Acaso se quedó dormida en el de sus padres? No… ella… estaba recostada en el sillón cuando… cuando derribaron la puerta y a su madre… cuando… cuando… Al ser asaltada por los recuerdos de las últimas horas, se levanta de un salto de la cama, temiendo que César la haya encontrado, que haya logrado atraparla.
“¿Q-qué… qué es esto?”, se pregunta al mirarse y verse vestida con una camisa de hombre que le llega hasta las rodillas, con nerviosismo gira sobre sus talones tratando de reconocer algo de esa habitación para lograr ubicarse, pero nada le resulta conocido.
Con la respiración agitada y los nervios alertas, Bianca abre lentamente la puerta de la habitación desconocida, acercándose con sigilo al pasillo desde el que ve su ropa secándose frente a una ardiente chimenea. Con pasos silenciosos avanza un poco más hasta divisar a un hombre de espalda ancha que parece estar preparando algo en la cocina. Y si bien no le parece que sea César, no descarta que se trate de uno de sus hombres, por lo que al divisar un b**e de béisbol lo toma entre sus manos y se acerca lentamente por detrás de él.
Pero a mitad de camino se paraliza al ver a un enorme perro recostado junto a la chimenea, espera por unos segundos a que el animal la ataque para defender a su amo, o al menos que lo alerte con un ladrido. Pero el can solo la sigue con la mirada despreocupadamente, como si no la viese como una amenaza, algo que la confunde, pero que no deja que la distraiga demasiado de su objetivo, ya podrá encargarse de él luego de derribar al dueño. Una vez que ha llegado frente al extraño levanta el b**e y con todas sus fuerzas lo hace descender.
“¿Esa te parece una buena manera de agradecer que te haya salvado la vida?”, pregunta Julio con una media sonrisa en los labios, girando a tiempo para detener con la mano el b**e sin mucho esfuerzo.
“¿Quién eres tú? ¿Y por qué me tienes aquí?”, interroga Bianca retrocediendo al ser desprovista de su arma tan fácilmente como si hubiesen quitado un dulce a un niño.
“Soy Julio, y estás aquí porque Patch te encontró en el río a punto de morirte congelada”, responde el hombre dejando el b**e a un lado de la mesada y llevando un par de platos de sopa a la mesita situada frente a la chimenea.
“¿Patch?”, murmura la mujer, recibiendo como respuesta que el perro levante su cabeza al oír pronunciar su nombre. “¿Tú me salvaste? ¿Tú… me sacaste la ropa?”, susurra con las mejillas ruborizadas al darse cuenta que incluso su ropa interior está colgada allí.
“Sí, tal vez no fue muy caballeroso, pero en ese momentos me pareció más importante salvarte la vida que los modales”, responde el cazador encogiéndose de hombros mientras se sienta en su sillón de dos cuerpos frente a la mesita.
“Eso creo, pero… pero…”, balbucea Bianca con nerviosismo, sin duda no es la forma en la que esperaba que un hombre la viera sin ropa por primera vez.
“Si te hace sentir mejor, no me pareció una experiencia agradable, ven a comer”, invita Julio comenzando a comer su plato de sopa.
“¿No fue una experiencia agradable?”, reclama la mujer no pudiendo evitar sentirse ofendida, creyendo que tiene los suficiente como para ser considerada atractiva.
“Osea… no me refería a que no fuera un cuerpo… quiero decir que me sentí como una especie de pervertido al tener que desvestirte estando tú inconsciente”, se explica Julio sin entender por qué siente que debe explicárselo, ella es una desconocida, incluso aunque no la sienta de esa manera.
Al sentir la cercanía de ella al sentarse a su lado no puede evitar contener la respiración, por alguna razón esa mujer le produce un extraño cosquilleo en el cuerpo. Y si bien intenta convencerse de que solo se trata del hecho de que en el año que lleva allí no ha traído a nadie a la cabaña. Sabe que esa es una mentira, ese sentimiento es algo que conoce, pero que no piensa aceptar, hace tiempo que tomó la decisión de no abrirle su corazón a nadie más.
—¿Quién diría que ese maldito Ruger se levantaría a resistirnos? Creí que esa rata se doblegarse en seguida, pero según parece la posibilidad de tomar el lugar de su difunto líder le ha parecido más atractiva —afirma el Jefe del Norte a su subordinado mientras clava su hacha en el pecho de uno de sus enemigos que ha tratado de embestirlo.—Hay que reconocer que lo esta haciendo bastante bien, sobre todo al lograr mantener al ejército unido cuando su Emperador ya ha sido quitado de en medio —responde el subordinado disparando una flecha al cuello de un guerrero que intenta atacar al Jefe por la espalda.—Sí, aunque no es una sorpresa, siempre ha sido un embustero que es más hábil con las palabras que con las armas. Puedo asegurarte que ni siquiera debe estar luchando, ha de estar escondido en algún agujero mientras sus hombres mueren por él —espeta el anciano que a pesar de la insistencia de sus compañeros se ha negado a mantenerse fuera de la batalla.—¿Y qué haremos una vez que es
—Tus palabras no me pesan, siempre te recordé con amor, más de una vez creí que tendrías que haber sido tú quien quedara con vida, pero ahora comprendo que el hecho de que no estuvieras en nuestras vidas fue una bendición —espeta la muchacha con desprecio hacia su progenitora.—Pero a mí no me va a pesar cortarte el paso, puedo sentir que aún están resistiendo para mantener el Imperio, y no permitiré que tú con esa ingratitud ayudes a derribarlo. Aunque eso signifique tener que acabar con tu vida en este mismo lugar —declara la mujer como si estuviese dirigiendo a una despreciable alimaña.Un fuerte temblor hace que las tres personas se alarmen mirando de un lado a otro para intentar divisar de dónde provendrá el ataque, Veida con preocupación toma la mano de su prometida y la obliga a alejarse de la extraña mujer que comienza a convertir su rostro en una mueca grotesca. El silbido de algo cortando el aire hace que el Hazudo reaccione rápidamente y lance a sus compañeros al piso, ju
—¿Su corazón? ¿Para que querría su corazón? —cuestiona Veida sin ser capaz de comprender lo que Shakra pudo haber tramado.—Para Tahora, siempre pensé que esa bruja se me hacia familiar, que me recordaba a alguien, y ahora lo sé, era a la reina a quien se parecía, porque llevaba su corazón —afirma el mensajero bajando la cabeza al pensar en lo que ese Imperio ha costado.—¿Esa bruja con el corazón de mi madre? Supongo que ahora entiendo la razón por la que le fue tan sencillo manipular a mi padre, no solo por la ambición de poder, sino porque en ella veía a su esposa —murmura Ferza meneando la cabeza al descubrir que su padre en realidad no era el peor monstruo.—Siempre me pregunté qué habría sido de mí corazón, si fue útil para construir el Imperio que Tumaru deseaba puedo sentirme satisfecha —susurra la mujer con una mirada de ilusión en sus ojos apagados.—El imperio… ¿Decidiste abandonar a tus hijos por este maldito Imperio? ¿No pensaste en lo que tu ausencia provocaría en t
Cap. 55: El primer monstruo—¿Cómo es posible, madre? No… no lo entiendo… —solloza Ferza con los ojos inundados de lágrimas al ver a la mujer cuya piel parece ser de piedra.—Mi pequeña Ferza, cuanto has crecido, ya eres toda una mujer. Hubiese deseado verte crecer, pero el hecho de tenerte frente a mí significa que mi sacrificio no ha sido en vano —murmura la mujer con la voz ronca y cansada.—¿Tú sacrificio? Tú moriste, es lo que nos dijo nuestro padre, que un grupo rebelde te había emboscado y asesinado —relata la muchacha sintiendo como si le estuviesen apresurado el corazón.—¿Qué morí? Supongo que era la explicación que mejor podrían asimilar, pero la verdad es que el Imperio que tu padre había heredado estaba en peligro de derrumbarse, a pesar de sus muchos intentos de afirmarse en el poder y unir a los pueblos, no lo conseguía. Yo sufría mucho al verlo al borde de la desesperación, por las noches incluso el sueño huía de sus ojos por las preocupaciones que abrumaban su men
—Tú pareces ser un gran ejemplo de eso, puedo ver que has sufrido más de lo que yo podría siquiera imaginar, pero aquí estás volviendo a empezar, e incluso dándote una oportunidad para volver a amar. Creo que el Gran Espíritu te envió en el momento justo a mi vida, cuando necesitaba un puntal que me ayudara a seguir en pie —afirma Sayo apoyando la cabeza en el pecho del cazador.—Puedo decir lo mismo de ti, yo estaba perdiéndome en la soledad, sin rumbo, sin un destino definido. Pero apareciste tú y por primera vez en un tiempo sentí que el sol aparecía para mí después de una larga noche oscura, tú fuiste mi sol, y te estaré eternamente agradecido —sostiene Tekay con una gran sonrisa al ser capaz de volver a sentir un poco de paz.—Entonces procura nunca apartarte de mi lado —susurra la muchacha sintiendo que ya no tiene ninguna razón para desear recorrer el mundo, pues lo que esperaba hallar en ese viaje ahora lo tiene entre sus brazos.El cazador solo se limita a sonreír, está se
—No creí que esa pudiese ser tu reacción, aunque debo confesar que me alegra poder permanecer aquí. Puedo comenzar a sentir que pertenezco a un lugar, aunque aun sea un extraño para muchos —murmura Tekay con una débil sonrisa en los labios mirando a su compañera.—Pues al menos yo ya no soy capaz de imaginar la tribu sin tu presencia, y mucho menos ahora que te debo la vida, no podría imaginar una forma para pagarte —susurra Sayo parada a solo unos centímetros del cazador, sabe que no debe seguir insistiendo de esa manera, que de darle tiempo. Pero ante la cercanía de sus cuerpos y habiendo estado a punto de perder la vida, simplemente siente que no puede perder el tiempo que podría estar dedicándolo a construir una vida a su lado. Por lo que con timidez y sintiendo un fuego comenzando a arder dentro de ella acerca sus labios a los de él, puede que él la rechace nuevamente o que intente escabullirse de alguna manera, pero no le importa, ya no puede resistirlo.Al ver el intento de
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